Última hora

MI BIBLIOTECA: POR CAROLINA MENA SARAVIA

Quién fue Juana María Condesa Lluch, la activista silenciosa de los deberes diarios

Jesús siembra en los corazones más desprevenidos; esta vez una joven fija sus ojos en las mujeres obreras para tender una mano protectora

Juana María Condesa Lluch. Fuente: Twitter

SALTA (Por Carolina Mena Saravia) España no era ajena a la descristianización que reinaba en toda Europa a causa de las ideas de la Ilustración. En 1862 nace Juana María Condesa Lluch en Valencia, un 30 de marzo de 1862, dentro de una familia con profundas raíces cristianas y de buena posición social y económica. Desde niña se sintió atraída por el aura de fe, inclinándose por su devoción a san José y santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia, a Jesús Sacramentado y a la Inmaculada Concepción.

Como consecuencia de las visitas a los campos de su familia descubre el rol de la mujer inmersa en la sociedad de ese tiempo. El descuido en el que se hallaba inmersa la obrera y madre de familia, un triste rol a cuya tarea de reivindicación Juana María se abocó con ahínco.

Las necesidades de los necesitados –valga la redundancia- comenzó a ser un foco constante de atención en una Juana María Condesa Lluch, que con 18 años no escapaba a la responsabilidad que emanaba de su corazón. Sobre todo, la mujer trabajadora con un papel menor en la sociedad, totalmente menoscabado, casi rozando los límites en el abismo del olvido.

Así fue como lo dejó todo para sumergirse de lleno en los caminos del Señor, tal y como él se los marcase: tuvo la visión de que su misión era fundar una congregación religiosa. Su vida estuvo marcada por el ejercicio de la voluntad, siempre acompañada de la fe, pues los escollos no se hicieron esperar.

El cardenal Monescillo, arzobispo de Valencia, negaba el permiso a la joven Juana María Condesa Lluch por considerarla tiernecilla para tal misión, recomendándole tener paciencia a la espera del momento justo. Pero ella no se amilanó, siguió el camino signado por Dios. Su misión era la de fundar una cofradía que diera lugar y contención a las obreras que, como consecuencia de la apertura de fábricas, partían en total desamparo a la ciudad, y así obtuvo el permiso que tanto anhelaba.

Pronto vieron la luz grandes obras: la Congregación de las Religiosas Esclavas de María Immaculada, el Asilo Protector de Obreras a la calle de Viana de Valencia y una escuela gratuita para los hijos de las obreras a las que Juana María visitaba en los paseos por las fincas de la familia.

Su vida no fue una vida de proezas, sino todo lo contrario, ejercía la heroicidad en el lugar más recóndito de su corazón. Sus gallardetes de humildad, oración y sacrificio la llevaron a ejercer los deberes de cristiana de forma ejemplar y en el más absoluto rigor, con el fin de hacer de la vida cotidiana un medio para alcanzar la santidad porque la misma puede llegar a alcanzarse con el cumplimiento de las obligaciones y deberes que cada uno tiene dentro de la sociedad.

Juana María Condesa Lluch falleció un 16 de enero de 1916 y fue beatificada por san Juan Pablo II, el 5 de julio de 2002, luego de que se aprobara el milagro que la llevó a los altares. “Yo y todo lo mío para las obreras”, es la frase que gustaba repetir a quien quisiese oírla. El silencio que cobijó su misión a la luz del Espíritu Santo hizo el resto.

SEGUÍ LEYENDO
Últimas noticias
MÁS LEÍDAS