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MISTERIOS EN FUERTE QUEMADO, EL PUEBLO DE UNA SOLA CALLE

Intertextualidad y simbolismo en los relatos: “El Misterio de Fuerte Quemado” y “El socavón de los Carrales”

Un análisis exhaustivo, con mirada profunda, de dos textos con una misma extracción literaria; figuras literarias deliciosas en el conjunto acabado de dos narraciones magistrales

Cueva
martes 30 de junio de 2020

Las narraciones sobre la curiosidad que despierta un lugar prohibido dan motivos para analizar las similitudes, diferencias y simbolismos que  contienen. Los sucesos suceden en el mismo pueblo: Fuerte Quemado, un caserío catamarqueño  con su única calle. Una de las acciones trascurre en la década de los años 40 y otra en el año 2000.

En el “Misterio de Fuerte Quemado”, un cuento incluido en el libro Testamento secreto de Ricardo Mena Martínez Castro, la acción sucede en la década de los años cuarenta. Los protagonistas son dos niños que trasgreden los consejos de los mayores, quienes les han prohibido entrar en una peligrosa cueva cuya fama lugareña incita la curiosidad. A las 11 y 30 de una mañana de verano se internan en el socavón y realizan un viaje retrocediendo  al siglo XVI. Narra el autor:

 “Vuelve a mi memoria la polvorienta y única calle de Fuerte Quemado, que se arrastraba entre las casas del mediodía como una gran serpiente marrón sobre la que cabalgábamos con esa remota despreocupación que solo pueden otorgar la niñez y el ocio  vacacionales”.

“(…) y que en grado de prohibición superlativa los mayores nos prohibían acercarnos.”

“Desprovistos del miedo dado por la insobornable voluntad de conocer, enlazado a una irresponsabilidad suprema solo concebida en la niñez, comenzamos a descender hacia el interior de esa cuenca negra iluminada por el misterio y mi linterna”. En la versión de los años 40, los niños tentados por la serpiente desobedecen y penetran en la cueva. Sufren desvanecimientos y  son trasladados a través del tiempo donde presencian los enfrentamientos calchaquíes-españoles. El autor reconstruye la magia de la época con datos históricos verosímiles.

“Soy Juan Calchaquí y son ustedes testigos del rescate de mi hija, y de la destrucción incesante de la ciudad, que su teniente don Julián de Sedeño puso Córdoba en homenaje a su homónima española. Dentro de algunos  instantes serán testigos también de su muerte. Se oyó un grito desgarrador y vimos desde una lomada próxima cómo cien lanzas se clavaban con impiedad en el cuerpo del joven capitán español”.

En el segundo texto comparado, “De cómo  El socavón de los Carrales llegaba hasta El Calvario” de Gladys A. Coviello, la acción tiene como protagonistas a dos adolescentes: Mariano y Melisa movilizados por el mismo interés: ingresar a la cueva.  Micaela, otra adolescente del lugar,  se niega a acompañarlos hasta la entrada y los conduce hacia la casa de su abuelo, don Agenor Chocobar  para que escuchen  el motivo por el cual no deben penetrar en esa caverna.

Narra  el anciano a los jóvenes:

 “(…) antiguamente había una galería. Una gran puerta tallada tenía un mecanismo que permitía la entrada a la misma y se podía cerrar desde adentro. Se llevaron la puerta, vaya a saber quiénes, si los blancos para sus casas criollas  con antigüedades, si los traficantes para venderlo a algún extranjero o algún quemeño para encender el fuego del horno- y continuó con la solemnidad que lo caracteriza.

-Desde la boca de socavón, se bajaba por escalones firmes y se podía llegar caminando por el túnel hasta El Calvario en caso de invasiones de los españoles. Nunca de los indios porque los acalianes vivían en paz con los vecinos concertando uniones de los mejores jóvenes con las hijas de los curacas. La galería estaba recubierta con pieles de llamas, guanacos y alpacas que detrás tenían maderas de cardones bien trabajadas. Era una larga alfombra vertical. Había hermosas tallas de animales en las piedras de algunos tramos donde no se podían sostener las maderas ni las pieles. No faltaban los dibujos de zorros, sapos, llamas y por supuesto víboras junto a los suris que ya no existen. Suris corriendo con las alas abiertas y suris quietos con la mitad de sus cabezas dentro de la tierra escarbando para sacar algún bicho. También los vi pintados en colores donde las piedras anchas permitían los dibujos. Hasta no hace mucho se podía entrar, pero ya no había posibilidad de aparecer en El Calvario por culpa de los antígenos, esos gases mortales dentro de las cuevas- dijo don Agenor Chocobar”.

Oposición simbólica  entre la serpiente y el anciano

Ambas narraciones se ubican en el mismo espacio geográfico catamarqueño que  el tiempo no ha modificado y continúa la calle como una serpiente marrón. Existe una marcada diferencia temporal. Los protagonistas son dos: una varón y una mujer con diferentes edades: niños y adolescentes.

La gran serpiente marrón tiene simbolismos ambivalentes: por un lado posee poderes protectores de la vida y de los tesoros ocultos. Por otro  corresponde a la representación del mal. En el texto de RMMC, la serpiente representa la  fuerza para dominar a los niños y lograr  que desobedezcan;  les infunde energías para desafiar a los mayores, entrar a la cueva y presenciar los acontecimientos bélicos.

Cuando Melisa y Mariano intentan entrar al socavón, la tentación está malograda  por la narración oral de don Chocobar. El mal, símbolo de la serpiente tentadora se opone al bien representado por un sabio abuelo. Los ancianos en determinadas comunidades cultivan las tradiciones orales y son considerados guardianes de la memoria colectiva. Ellos atesoran cuentos, leyendas y casos que aseguran  como verídicos.

 

“El misterio de Fuerte Quemado” del libro Testamento Secreto de Ricardo Mena Martínez Castro. Editorial Milor. Salta, 2001.

 “De cómo el socavón de Los Carrales llegaba hasta  El Calvario” capítulo 58 del libro Fuerte Quemado. Gladys A. Coviello. Editorial Dimitri. Buenos Aires, 2006.

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