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POR ABEL CORNEJO PARA VOCES CRÍTICAS

El secreto mejor guardado

El secreto mejor guardado
sábado 03 de noviembre de 2018

Recientemente, como parte de la espectacularidad que quiere imbuir a sus anuncios como las alarmantes declaraciones que formulan tanto él como su hijo Eduardo, Jair Bolsonaro, anunció que su próximo Ministro de Justicia será nada menos que el juez Sergio Moro. Dicho juez es quien encarceló al ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva y en su visita a la Argentina, dio cátedra en la Corte Suprema a un sinnúmero de magistrados argentinos cómo debía actuarse ante un caso internacionalmente conocido como Lava Jato.

Dicho sea de paso, conviene recordar que en forma impiadosa e inmisericorde, el presidente electo Jair Bolsonaro, cada vez que se refiere a Lula, lo menciona como “El Borracho de Curitiba”, propio de quienes con el insulto y la falacia hacen de la intolerancia una manera de vivir. Por cierto en la Argentina, país que se desangró por la violencia política en los setenta, Bolsonaro ya tiene émulos y epígonos. Pese a que Bolsonaro dijo que nuestro país ni el Mercosur no forman parte de su agenda, no le interesan y su hijo Eduardo manifestó que la cancha de Boca Juniors, la Bombonera, es un estadio con mal olor.

La designación y la aceptación de Moro, hace recordar a la anodina y paupérrima votación que obtuvo hace algunos lustros el fiscal Antonio Di Pietro en Italia, luego de la famosa operación Mani Pulite. El electorado italiano quería transparencia en la política y que se terminara la corrupción, lo que no es lo mismo que el fiscal, en quien la gente había confiado, se dedique a la política a raíz de la fama alcanzada en dicho proceso. La suerte política de Moro correrá, inexorablemente, los mismos carriles que la de Di Pietro, porque la tentación autoritaria, de cualquier signo que sea, nunca termina bien. Es nefasta por esencia. Mucho más raro aún es que Moro acepte integrar el gabinete de quien públicamente reivindica y se ufana de la tortura. Un juez de la democracia jamás podría aceptar semejante abyección.

Más preocupante todavía es que Moro declaró a los medios que aceptó ser Ministro de Justicia de Bolsonaro para ser más eficiente en la lucha contra la corrupción. Es decir que no es el Poder Judicial sino el Ejecutivo -que en nuestro país lo tiene terminantemente prohibido por la Constitución Nacional- quien debe perseguir penalmente los delitos. Nada más alejado a la más elemental noción de lo que debe ser el Estado de Derecho y el sistema democrático en sí. Es una deliberada y anunciada postración de las instituciones. Como ocurre a menudo, en nuestro país no se oyeron voces críticas sobre el asunto. Por el contrario, la única respuesta fue solamente el silencio. Sería bueno saber qué piensan los jueces que trajeron a Moro a la Argentina y los magistrados que lo aplaudieron a rabiar como paladín de la justicia. Callar ante este tipo de situaciones importa sin más, aceptar que el autoritarismo y la prepotencia vuelvan a asolar en Latinoamérica.

Por Abel Cornejo para Voces Críticas

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